Caracterización gnoseológica

Una evaluación no esencialista, con enfoque descriptivo y procesual, las acciones de conocimiento o “aplicaciones conceptuales” que están involucradas en el problema terapéutico pueden ser caracterizadas en torno a múltiples dimensiones. En nuestro enfoque seleccionamos cuatro dimensiones de caracterización: demarcación, valoración, comprensión y control. La caracterización gnoseológica corresponde a una actividad coordinada terapeuta - paciente, y se orienta a las aplicaciones conceptuales (tanto en un nivel reflexivo como pre-reflexivo). En este sentido, no se trata de realizar una teoría de referencia semántica, sino considerar la experiencia situada y su manera de ser integrada en términos de significado.

  1. Demarcación. Esto es equivalente a diferenciación conceptual o delitimación en la aplicación de conceptos. Además de tareas de observación, registro, esquematización, etc., la caracterización de los cambios de demarcación puede ser explorada a través de indagaciones del tipo “¿lo que experimenta tiene que ver con usted o con un otro?”, “¿tu representación actual está en función de tu experiencia o la de otros?”, “¿dónde empieza tu corporalidad?”, “¿en qué momento empezaste a recordar a tu madre?”, etc. Las variaciones o cambios que pueden caracterizarse respecto a este criterio son denominadas, en nuestro enfoque, respecto a los dos polos de la dimensión: por un lado, una “demarcación sub-inclusiva” implicará que se comienzan a restringir el repertorio de aplicaciones conceptuales usuales (respecto a un periodo anterior), y por el otro lado una “demarcación sobre-agregativa”, que implicará un aumento de distinciones, diferenciaciones, por sobre lo usual respecto a un periodo anterior de observación. Si cambios sub-inclusivos podrían incluir dejar de ver lo que antes se veía, dejar de considerar aspectos de los otros que antes sí se realizaban, etc, cambios sobre-agregativos podrían incluir incorporaciones creativas, aumento de la actividad imaginaria, el “recuerdo” o recreaciones de escenas particulares, conductas inusuales, etc.
  2. Valoración. Una caracterización importante de la experiencia a estudiar radica en la cualidad de los sentimientos y emociones. En un enfoque no esencialista, no se utilizan a priori las categorías académicas clásicas para realizar la caracterización (por ejemplo, “rabia”, “pena”, “verguenza”). El criterio de caracterización de valoración (dinámica por valencia o dinámica “aproximación-distanciamiento”) permite establecer junto con el paciente una dimensión de direccionalidad global en las aplicaciones conceptuales. Más allá del discurso, el terapeuta y el paciente deben atender cuáles aplicaciones son “aproximadas”, cuáles son los lugares físicos buscados, ropa, sonidos, aplicaciones referidas a Autoimagen, selección de personas y conversaciones, etc. No se corresponde con una dimensión placer-displacer, sino con qué es lo que se trae y qué es lo que se saca de la “pantalla fenomenológica”.
  3. Comprensión o articulación. Al igual que los otros criterios, este también puede concebirse en términos dimensionales para caracterizar los cambios observados entre sesión u otros periodos de tiempo discretos. El criterio de comprensión alude al carácter conectivo de las aplicaciones conceptuales, cómo se articulan entre sí y cómo se conectan con aplicaciones de mayor concreción y de mayor abstracción. En un polo de la dimensión la experiencia estudiada se podrá caracterizar como altamente conectada, articulada, relacionada o “co-variante” con aplicaciones de mayor concreción y de mayor abstracción (por ejemplo, “fui a jugar fútbol porque me gusta, me llegó una invitación, tenía ganas, fui a la cancha y la pasé muy bien, pienso que es una buena manera de pasar el tiempo, sin alcohol u otras drogas, me hace bien en términos de salud”). En el otro polo, los cambios en periodos discretos de tiempo podrían mostrar una tendencia a una baja comprensión, esto significa poca articulación entre aplicaciones, o baja covariación con aplicaciones más concretas y abstractas (por ejemplo, “fui a jugar, pero no quería ir la verdad, me sentía como un títere, el resto la estaba pasando bien y yo quería llorar, no estoy seguro, por eso le pegué, pero no recuerdo bien, solo recuerdo que otros compañeros me estaban deteniendo y yo solo le que quería pegar a ese muchacho, luego me fui a comprar cerveza, no tenía ganas de tomar, no se por qué lo hice…”). En el segundo caso, los cambios pueden mostrar, para el paciente y el terapeuta, un ostensible aumento de rareza, extrañeza, cierta perspectiva caótica, etc.
  4. Control. El criterio de caracterización de control alude al sentido de búsqueda de efectos o resultados específicos en las acciones o aplicaciones conceptuales realizadas. En el caso del último ejemplo citado en el párrafo anterior, el relato del muchacho que se experimentaba mal jugando y que termina peleando y luego comprando alcohol, el terapeuta puede atender que el paciente no compró una lechuga, sino alcohol. Eso es una búsqueda de efecto específico. Este criterio no alude a si la persona es plenamente consciente o no de sus intenciones de control, o si es buena idea o no, o si sus acciones son efectivas, en términos de control objetivo. Solo alude, como criterio de caracterización, a distinguir los efectos esperados en las aplicaciones conceptuales. En periodos de tiempo discretos de observación, el terapeuta y el paciente pueden caracterizar los cambios en las aplicaciones conceptuales ligadas al problema terapéutico en términos de este criterio.
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