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Aaron T. Beck

Aaron T. Beck (1921 - 2021), creador de la Terapia Cognitiva

Aaron Temkin Beck (18 de julio de 1921 - 1 de noviembre de 2021) fue un psiquiatra estadounidense. Se le considera el padre de la terapia cognitiva.
De padres judíos, Beck nació en Providence, Rhode Island, el 18 de julio de 1921.
Beck asistió a la Universidad de Brown, para luego ingresar a la Escuela de Medicina de Yale, graduándose en 1946.
A principio de la década de 1960, siendo psiquiatra en la Universidad de Pensilvania, comenzó a desarrollar la terapia cognitiva. La investigación conllevó posteriormente a más de 400 ensayos clínicos (desarrollados por distintos investigadores) que han demostrado la efectividad de esta terapia para una amplia variedad de desórdenes, como la depresión, la ansiedad, el trastorno de pánico, el abuso de sustancias y algunos trastornos de la personalidad. Además, actualmente se sigue estudiando su eficacia como tratamiento primario o coadyuvante para la esquizofrenia, el estrés postraumático, el trastorno obsesivo-compulsivo y problemas de relación, entre otros.
Beck también desarrolló medidas de autoinforme para la depresión y la ansiedad, en particular el Inventario de Depresión de Beck (BDI), que se convirtió en uno de los instrumentos más utilizados para evaluar la gravedad de la depresión. En 1994, él y su hija, la psicóloga Judith S. Beck, fundaron el Beck Institute for Cognitive Behavior Therapy, una organización sin fines de lucro que brinda tratamiento y capacitación en Terapia Cognitiva, así como también promueve la investigación en el área clínica.
Beck se destacó por sus escritos sobre psicoterapia, psicopatología, suicidio y psicometría. Publicó más de 600 artículos y fue autor o coautor de 25 libros. Fue nombrado uno de los “estadounidenses en la historia que dieron forma a la psiquiatría estadounidense” y uno de los “cinco psicoterapeutas más influyentes de todos los tiempos” por The American Psychologist en julio de 1989.

El enfoque cognitivo de Beck y el suicidio

En los comienzos de su carrera profesional, Beck se centró en la clasificación, evaluación, predicción e intervención del comportamiento suicida. Él y su equipo dedicaron esfuerzos en desarrollar y validar una serie de instrumentos para medir variables relevantes. Un ejemplo de esto, fue la elaboración de la Escala de Ideación Suicida (SIS, en sus siglas en inglés), un cuestionario de 20 ítems administrado por un facultativo. Los ítems del SIS se derivaron de autodescripciones de los estados de ánimo de los pacientes antes de un intento de suicidio y su comportamiento real en el momento del intento. Los estudios de Beck y su equipo respecto a este instrumento arrojaron información clínica útil. Observaron que una subescala se puede utilizar para inferir el grado de intención de las personas que han muerto, para determinar si su muerte podría clasificarse como un suicidio. La otra subescala permitiría evaluar las percepciones subjetivas de los pacientes sobre su comportamiento suicida, incluidas variables como la expectativa de letalidad y reacción al intento. Beck y su equipo observaron que cuando los pacientes tenían expectativas precisas sobre el grado de letalidad de su intento, la intención suicida se correlacionó fuertemente con la letalidad. Además, lograron determinar que los individuos que habían hecho intentos con una fuerte intención de morir tenían las mismas características que los que morían por suicidio (Lester, Beck, & Mitchell, 1979). También observaron que quienes hicieron intentos interrumpidos (generalmente debido a la interferencia de otra persona) presentaban un riesgo tan grande como el de aquellos que realizaron un intento. Además, en un estudio de seguimiento lograron observar que los pacientes que no comunicaron la intención de suicidio tenían un mayor riesgo de suicidio eventual que los que lo hicieron (A. T. Beck & Lester, 1976).
Estos estudios demostraron que la intención suicida es un componente crucial de intentos de suicidio y suicidios consumados. Luego Beck postuló la teoría de la desesperanza del suicidio en la década de 1970. Encontró que la desesperanza es un indicador más fuerte de intención suicida que la depresión (Minkoff, Bergman, Beck y Beck, 1973): las personas podrían exacerbar los sentimientos disfóricos a través de esquemas prospectivos negativos. Comenzó con observaciones clínicas, pero requirió un formato de evaluación confiable para la desesperanza. Tomó declaraciones pesimistas de pacientes, los seleccionó y preparó una escala de 20 ítems (la Beck Hopelessness Scale, BHS) con 10 ítems planteados positivamente (por ejemplo, “mi futuro parece oscuro para mí”) y 10 propuestos negativamente respecto al constructo de desesperanza (por ejemplo, “Espero el futuro con esperanza y entusiasmo”). La escala resultó ser consistente y confiable (Beck & Steer, 1989), mostrando asociaciones con la probabilidad de intento suicida (Beck, Steer y McElroy, 1982) e ideación suicida (Beck, Steer, Beck y Newman, 1993).
Estos y otros hallazgos de Beck y su equipo indicaron la importancia de la desesperanza como un indicador de largo plazo de riesgo de suicidio efectivo en pacientes deprimidos previamente hospitalizados.

Cognitive Therapy for Suicidal Patients: Scientific and Clinical Applications

Varias décadas después de su trabajo inicial en el tema de la desesperanza, Beck y su equipo presentan el libro Cognitive Therapy for Suicidal Patients: Scientific and Clinical Applications de Amy Wenzel, Gregory Brown y Aaron Beck, reúne datos provenientes de investigación básica, clínica y terapéutica que el equipo de Beck ha desarrollado por varias décadas. No obstante ya se habían impreso trabajos sistemáticos desde el enfoque cognitivo de Beck en la aproximación clínica del comportamiento suicida (por ejemplo, Rudd, Joiner & Rajab, 2001), Beck propone que este libro puede ser considerado un avance en comparación con estos trabajos.
El libro es la primera formulación específica del modelo de cognitivo de conducta suicida, y es propuesto tanto para la formulación de terapia como para el desarrollo de investigación.
El libro se divide en tres apartados. La primera sección está orientada a la literatura científica que enmarca el enfoque de tratamiento. Esta primera sección consta de cuatro capítulos. El capítulo 1 describe el sistema de evaluación y los inventarios correspondientes utilizados en este enfoque. El capítulo 2 resume la extensa literatura sobre correlatos y factores de riesgo para el comportamiento suicida. En el capítulo 3 intenta relacionar la literatura sobre los factores de riesgo para el comportamiento suicida, particularmente aquellos que son de naturaleza psicológica (por ejemplo, la desesperanza). Finalmente, el capítulo 4 describe las intervenciones para la reducción de la conducta suicida.
La segunda sección proporciona una guía para la clínica. En esta sección, el capítulo 5 considera una descripción básica de los principios generales de la terapia cognitiva. Los capítulos 6 a 9 describen las cuatro fases de la intervención, desde la fase temprana del tratamiento hasta la conceptualización de caso. Esta sección concluye con el capítulo 10, que presenta algunos desafíos en el tratamiento de pacientes suicidas experimentados por terapeutas cognitivos y la manera en que las estrategias de terapia cognitiva se pueden utilizar para abordar estos desafíos.
El tercer apartado describe las maneras en que el protocolo presentado en la segunda sección puede ser aplicado a poblaciones especiales, como los adolescentes (capítulo 11), adultos mayores (capítulo 12) y paciente con problemas de adicción (capítulo 13).

Referencias