En una comprensión narrativo - constructivista, una de las actividades de formulación de caso consiste en caracterizar la organización de las aplicaciones conceptuales involucradas en el problema terapéutico. Esta caracterización puede realizarse a través de la valoración de tres grandes criterios:
Para una definición de formulación de caso general en una aproximación constructivista narrativa, el lector puede revisar el siguiente apunte externo sobre formulación de caso, o en su versión en pdf: Formulación de Caso
Con el propósito de realizar la formulación de caso clínico y dirigir estratégicamente la intervención, el terapeuta puede ordenar las aplicaciones conceptuales en términos de la dimensión concreción - abstracción.
Para definir con claridad esta dimensión, en el libro Experiencia Suicida utilizamos la clásica formulación de Goldstein y Scheerer (1941; Harvey, Hunt y Schroder, 1961), de acuerdo a la cual una aplicación de conceptos de alta concreción implica:
Siguiendo este esquema, una aplicación conceptual más abstracta se caracteriza de forma contraria:
Esta caracterización inicial de la experiencia problemática permite “ubicar” y jerarquizar la aproximación en términos de cuáles son las aplicaciones más concretas. En este tipo de clínica, y como ocurre también en clínica de adicciones y con aquella más amplia que involucra la utilización del diagnóstico psiquiátrico de trastorno de personalidad de tipo límite, es importante enfocar en la formulación de caso clínico las aplicaciones más concretas, dado que incluyen acciones catastróficas (cuyas repercusiones pueden exceder las intenciones iniciales, fenómenos de cascada, etc.) y la probabilidad de irreversibilidad (por ejemplo, muerte, daños a la propia integridad física, a la de otros, etc.).
Además, en aquellas situaciones de demasiada concreción al inicio del apoyo terapéutico, por ejemplo en los casos en que la revivencia sea alta, la capacidad para construir temporalidad respecto a la experiencia problemática sea baja y las personas se sientan abrumadas e inundadas y eso dificulte el inicio del trabajo terapéutico, una caracterización inicial que especifique cuáles son los conceptos más concretos aplicados, permite entrenar aquellas aplicaciones necesarias para la formación del encuadre inicial de trabajo terapéutico.
Junto con la abstracción - concreción, y con la articulación y diferenciación, otra manera de caracterizar la organización de los conceptos aplicados en el problema terapéutico es identificar cuáles son aplicaciones centrales y cuáles periféricas para el sistema identitario. Una aplicación de conceptos de alta centralidad es aquella de la cual no se puede prescindir sin atentar contra la mantención de un sentido de self, de continuidad, la aplicación es experimentada como inherente al sentido de viabilidad personal e interpersonal. Una aplicación conceptual de baja centralidad es aquella respecto a la cual un cambio no representa una amenaza (por incongruencia, por ejemplo) respecto a la posibilidad de continuidad.
El cambio de una aplicación de conceptos central no es simple, debido a que se puede articular con otros conceptos centrales y estos cambios pueden experimentarse con un sentido de amenaza (ver construcción de amenaza - estrés), en tanto impliquen dificultades para continuar experimentado aprobación, admisión personal e interpersonal. Por definición, en el estudio de la experiencia suicida el paciente y el terapeuta encontrarán que el foco terapéutico incluye aplicaciones de alta centralidad, y son estas aplicaciones conceptuales las que definirán en gran medida el foco de trabajo.
Respecto a estos criterios de caracterización, el lector puede reconocer la tradición de Mead, Cooley y James, y los posteriores McCall & Simmons, Stryker, y Rosenberg. En términos de estudio, sugerimos revisar la relación directa con la línea de estudio de los sistemas conceptuales (Harvey, Hunt y Scroder, 1961), los planteamientos generales de Fritz Heider (1958) y su más específica teoría del equilibrio, la teoría de la disonancia cognitiva de León Festinger (1957), el principio de congruencia de Osgood y Tannenbaum (1955), y el trabajo más actual de Anthony Greengwald (2013)
“El pensamiento psicológico articula y diferencia a partir de un nexo general. La vida psíquica se concebirá como un nexo de funciones que conectan las partes constituyentes, que a su vez consta de sistemas específicos, cada uno de los cuales que presenta nuevas tareas para la psicología” (Dilthey, 1895/2010, 148).
Junto con las dimensiones de abstracción - concreción y de centralidad - periferia, otros dos criterios que pueden utilizarse para caracterizar inicialmente las aplicaciones conceptuales utilizadas en el foco terapéutico es el grado de articulación y diferenciación.
Una alta articulación significa que una aplicación co-varía con otras, se muestran “ligadas”. Una baja articulación implica que las articulaciones no parecen conectadas, no en términos de causalidad, sino en términos de frecuencia o correlación.
Muy relacionado con este criterio de caracterización organizacional, una alta diferenciación implica que las aplicaciones conceptuales muestran componentes distintivos, separados unos de los otros. El caso contrario implica un funcionamiento difuso, o una respuesta global (ver el trabajo de Kingsland & Greene, 1984 respecto a la caracterización del funcionamiento depresivo, por ejemplo).
El esquema presentado arriba muestra cuatro escenarios en términos de esta forma de caracterizar:
Para seguir estudiando estos temas, que son parte de un área de la psicología y psicología cognitivo - social denominada “teorías de consistencia” (una definición amplia que puede incluir desde Fritz Heider (1958), León Festinger (1957), Osgood y Tannenbaum (1955), y el trabajo más actual de Anthony Greengwald).
Además de estos autores, el lector puede revisar el trabajo clásico de Witkin (1965) y de Harvey, Hunt y Schroder (1961), junto con los artículos más actuales de Donahue et.al, (1993); Diehl, Hastings & Stanton (2001); Bigler, Neimeyer & Brown (2001); y Diehl & Hay (2007).